PRIMER ACTO¡El ocaso de los dioses! la última parte de la ópera de Wagner "El Anillo de los Nibelungos", ¡sí! la de la famosa "marcha de las Valquirias" (tututututú) Fui con Paty, hablante experta de alemán y lectora voraz de literatura teutona, desde nuestros modestos lugares de 100 pesos veíamos sólo una parte del escenario, pero a todos los músicos ocultos para el resto del público, quienes por cierto, estaban echando buen desmadre, el trompetista le daba mazapanazos al del clarinete quien a su vez le embarraba un moco al del chelo, ¡Se los juro! Tomé fotos pero se ven peor que estas. El escenario era un gran anillo y el vestuario parecia sacado de "Star Wars". El sonido inmejorable, como 3.5 "Polymarchs", mi escala personal para calcular la calidad y potencia. (El fregonsísimo concierto de David Bowie en México tuvo 3.2 "Polymarchs", para que se hagan una idea)
SEGUNDO ACTOAl ver desde nuestro palco que había lugares vacios de 1300 pesos nos bajamos y nos mezclamos entre la gente pomadosa, y por supuesto, nos quedamos en dos excelentes lugares, aunque Paty extrañó el palco porque son privados y es posible tomar chelas y comer sandwichs de jamón (llévenlos en su mochila, es bien nacote pero harto divertido y estimulante)
Perdonen que salga un cabezón en la foto
TERCER ACTO
¿Por qué matan al simpático Sigfrido? ¿Por qué? ¡Llévame a mí Dios mío! Una escena muy buena, todos se ponen bien pedos y cantan "trinkeeeeeeeeeeen, trinkeeeeeeeeeen", pero luego se arma la trifulca, las seis horas se pasaron como agua. Al salir el olor a pachuli nos recordó que Manú Chao había tocado en el zócalo. Quién sabe si haya estado bueno. TRINKEEEEEEEEEEN!