En un momento se terminó el calor, comenzó a soplar un viento helado y la noche cayó como un pesado telón negrísimo, acompañada de una multitud que no se movía un centímetro. Con permiso, con permiso, permiso… Nadie se mueve. Era imposible llegar a un lugar decente para tomar fotos, la gente no se tocaba entre sí, permanecía estática sin contacto, un leve roce de mi pierna en el cuerpo de alguien más me gana una serie de insultos, supongo que en el DF estamos acostumbrados a que dos cuerpos ocupen el mismo espacio, pero aquí, en San Luis Potosí, no es así.
Tras un vía crucis personal logro llegar a la entrada de la iglesia del Carmen, un hombre vestido de negro y corte militar se atraviesa todo el tiempo, evidentemente no le gusta que estemos tomando fotos. Me da más miedo que los encapuchados a
Las alabanzas acompañan al grupo de señoritas, responsables de recaudar el dinero para la procesión durante todo el año, a su salida la oradora arremete con verdadera enjundia, disparando frases que recalcan la condición virginal.
“Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea, pues todo un Dios se recrea, en tan graciosa belleza. A Ti celestial princesa, Virgen Sagrada María, te ofrezco en este día, alma vida y corazón. Mírame con compasión, no me dejes, Madre mía. Amén.”
Pesa, dice uno de los que van cargando, Si no duele no sirve, dice el prefecto de corte militar. Y así parten a desgarrarse el cuerpo cargando cientos de kilos por el centro histórico de San Luis. Es
28 cofradías representan a la alta sociedad potosina, toreros, damas de sociedad, monaguillos, charros, adelitas, carmelitas, señoritas, militares y todo aquel que pretenda granjearse un lugar en el sistema de castas potosinos debe de desfilar alguna vez en su vida en la procesión. Los grupos llevan nombres como cofradía monaguillos, cofradía del prendimiento, cofradía del Ecce Homo, cofradía del Cristo roto, cofradía de la preciosa sangre, cofradía de
La letanía sigue, con su insistencia en la pureza, “Oh Virgen María, que nunca estuvisteis afeada con la mancha del pecado original, ni de ningún pecado actual, os encomiendo y confío la pureza de mi corazón.”
Muchos vienen de la arena de toros, que se llena en cada corrida, “no sienten”, me dice una fanática de la tauromaquia, “aunque lo que más importa es que te vean que vas”. Las conversaciones giran en torno de las familias ricas, los fulanitos, los dueños de tal hotel, los hacendados, los hijos de los hacendados que compraron el hotel de los fulanitos y se casaron con las hijas de la dueña que el día de la boda invitó al presidente y es de padres españoles y sacó los ojos azules del abuelo que era miembro del patronato y que tenía un hijo diputado...
Fuera del espectáculo los pobres, indígenas todos, hacen su procesión, vendiendo artesanías, cigarros sueltos y comida, son huastecos, pames y nahuas, “a ellos les gusta vivir así”, me dice una funcionaria. Reviso en el sitio del INEGI, San Luis Potosí está entre los 8 estados más pobres del país y también entre los más industriales, da cobijo a una de las empresas más grandes de México, Grupo Modelo, fabricantes de Corona, una de las compañías más demandadas por asuntos laborales y que recientemente despidió a decenas de empleados potosinos por atreverse a pedir un aumento.
Las procesiones siguen, los trajes son espectaculares, los cristos van bordados con hilos de oro, cada año se les cambia toda la ropa, cada año la semana santa atrae a San Luis a casi un millón de personas, cada viaje me enfrenta a mis prejuicios, y cada vez me doy cuenta que tengo muchos. Quizá esto sea la fantasía de alguien más, no la mía.