18 horas es el tiempo que dura el viaje en tren de la ciudad de Chihuahua a Los Mochis. 18 horas para apenas pasar de un estado a otro.
En ese mismo tiempo un avión podría llevarnos a China, o podríamos ir a cualquier ciudad de Estados Unidos y regresar.
18 horas, cuando estamos acostumbrados a tomar un avión y cambiar en 2 horas nuestra vieja ciudad, por una moderna urbe texana o una playa caribeña.
Pero esas 18 horas devuelven la idea de viaje, al ir viendo los cambios del paisaje y experimentar la espera, mezcla de ansiedad y emoción.
El Chepe es el nombre del tren que atraviesa Chihuahua por barrancas y valles 4 veces más grandes que el Gran Cañon de Colorado. 20 mil caballos de fuerza, que arrastran un vagón restaurante, un vagón bar y 2 vagones para pasajeros.
Plantaciones de trigo, barrancos, puentes, túneles, pueblos, bosques, vegetación tropical y profundos desfiladeros son algunos de los paisajes que se van viendo a lo largo del día. Y ver México desde la ventanilla de un tren no es poca cosa.
En las estaciones las mujeres rarámuris o tarahumaras ofrecen sus artesanías, no hay hombres, seguramente han emigrado.
A bordo, uno de los empleados canta y toca la guitarra. Créanme, pocas cosas tan chidas como no tener nada qué hacer más que ir viendo el paisaje, y si se acompañan de una cheve fría mejor.
El tren se detiene en estaciones como San Rafael, Cuauhtémoc, Divisadero, Cerocahui, Bahuhichivo y Creel.
Es posible usar el mismo boleto para hacer 4 paradas y pernoctar en alguno de los pueblos.
Por la tarde, el sol va convirtiéndose en una esfera rojiza, que ilumina en tonalidades cálidas los paisajes de las horas finales del viaje.
Ya no tengo por delante las 18 horas de recorrido, ya oscureció y no quisiera llegar todavía.
Es de noche, sopla un viento tibio. Es perfecto.