Mi avión en llamas, mi castillo inundado de vino del Rhin
mi ghetto de lirios negros, mi oreja de cristal
mi roca rodando por el acantilado para aplastar al guarda rural
mi caracol de ópalo, mi mosquito de aire
mi edredón de aves del paraíso, mi cabellera de espuma negra
mi tumba agrietada, mi lluvia de langostas rojas
mi isla voladora, mi uva de turquesa
mi colisión de autos locos y prudentes, mi arriate silvestre
mi pistilo de cardillo proyectado en mi ojo
mi bulbo de tulipán en el cerebro
mi gacela perdida en un cinema de los bulevares
mi cofrecillo de sol, mi fruto de volcán
mi risa de estanque oculto donde se ahogan los profetas distraídos
mi inundación de casis, mi mariposa de morilla
mi cascada azul como una ola de fondo que hace nacer la primavera
mi revólver de coral, cuya boca me atrae como la boca de un pozo reverberante
helado, como el espejo en que contemplas la huida de los colibríes de tu mirar,
perdido en una exposición de lencería enmarcada de momias.
"Allô", de Benjamín Péret